Klaus Iohannis fue elegido por un 55 por ciento de los votantes a pesar de que su rival, Victor Ponta, contaba con el apoyo de la mayoritaria iglesia ortodoxa.
La prensa europea continúa analizando estos días la sorprendente victoria de Klaus Iohannis en las elecciones presidenciales en Rumanía, al derrocar al hasta ahora primer ministro Victor Ponta, que acudía como favorito a la cita a las urnas, pronósticos que fallaron ante el ascenso de Iohannis, que se hizo con un 55% del apoyo popular.
Este catedrático de física de 55 años y origen alemán asentó su victoria en el buen papel desempeñado como alcalde de Sibiu, una ciudad que ha mejorado visiblemente con la gestión de Iohannis. Entre sus promesas electorales, se encuentra una decidida lucha contra la corrupción en un país en el que han brotado escándalos relacionados con la justicia y la política a nivel regional y nacional.
FILOSOFÍA DE TRABAJO
“El trabajo bien hecho” fue el lema elegido por el candidato del Partido Nacional Liberal, un hombre casado y sin hijos de fe protestante. El de la afiliación religiosa no es un detalle menor, en un país en el que la iglesia mayoritaria, la ortodoxa, apoyó sin fisuras a su rival, Ponta.
Apodado de manera crítica como “el alemán” por sus contrarios, Iohannis ha afrontado una campaña electoral en la que Ponta, con su lema “Orgulloso de ser rumano”, le ha dibujado básicamente como un extranjero. Tanto que el conservador terminó el último acto electoral, el pasado viernes, cantando el himno nacional después de que el actual primer ministro insinuase que no conocía la letra.
En la noche del domingo, el Iohannis salió a la calle en Bucarest, exultante y arropado por miles de personas, para celebrar su victoria, después de que Ponta reconociera su derrota y felicitara a Iohannis. “Hemos ganado, hemos recuperado el país”, escribió minutos después el alcalde de Sibiu en su cuenta de Twitter. “Esta noche, y gracias a vosotros, empieza una nueva Rumania. No deseamos una Rumania de conflictos y venganzas”, dijo. El nuevo primer ministro propone una política sin escándalos e insultos que “anime las inversiones en el país”.